martes, 23 de diciembre de 2014

Solvencia

Hay victorias y victorias. Todas, por supuesto, son importantes. Todas nos hacen feliz. Pero después hay otras que significan algo más. En las que se ve evolución, seguridad. Dejan un poso especial. Ésta es una de las últimas.

Se empezó con dudas atrás, es cierto, pero que levante la mano aquel equipo aficionado que no cometa errores. Por suerte estos errores no fueron aprovechados por los delanteros locales que se mostraron incapaces de batir a Serantes que cuajó otra gran actuación.

Adrián Santos, el hombre del partido, empezó pronto a merecer ser acreedor de tal condición. En una recepción en campo propio se deshace con suma facilidad de su primer rival con un control exquisito de exterior, conduce ya en campo rival deshaciéndose de rivales por velocidad, el último un tal Angoi, una leyenda de la categoría, para transformar con pasmosa tranquilidad por debajo del cuerpo de Fernando. Un gol que podría haber narrado Victor Hugo Morales. Golazo. Tremendo.

En un campo como A Veiga, amplio, en que el que se puede tocar con tranquilidad la forma de jugar a los locales era clara. Buscar una salida de balón limpia desde atrás pasando por las bandas ocupadas por Hugo y Lalas o por el centro ocupado por los hermanos Rial y Brais. A partir de ahí la consiga era buscar a Santos tremendamente superior en velocidad a los zagueros locales. Para muestra un botón. Angoi no ganó ni un solo duelo individual a nuestro delantero. No hablamos ya de poder interceptar un balón. Fue algo más: ni incurrir en sanción disciplinaria.

Ellos se asomaron en muchas ocasiones a la frontar con el balón controlado. Pero a partir de ahí la nada. Errores en la ejecución del juego, nuestra zaga o Serantes se encargaron de negar el empate a los de Xermade. David Serantes salvó el empate en un mano a mano con una gran intervención. La importancia de la acción fue vital porque en la siguiente jugada llegó el segundo tanto en un saque de esquina cabeceado por Jesús Rial de forma magistral al segundo palo. El balón se apoyó en la madera antes de besar la red. El resultado no podia ser mejor. Sin embargo en el pasado ya habíamos desperciado ventajas de similar entidad en este campo. Y remontado derrotas momentáneas también de tal calibre.

Pero los nuestros no dieron opción. De hecho el partido pudo quedar resuelto bien pronto tras un disparo de Santos al palo de la portería defendida por Fernando en el segundo minuto de la segunda mitad. Toda una declaración de intenciones. 

Los jugadores locales siempre, a pesar de la adversidad del resultado, nunca se rindieron. Siempre trataron de empujarnos hacia nuestra portería. Al fin y al cabo un gol les metía en el partido. Hugo arengó a sus compañeros antes de firmar una tremenda arrancada por banda para ceder el tercer gol a Santos de disparo a la escuadra del palo corto. 

En un partido sin ni una entrada peligrosa el árbitro puede dar gracias que no se calentó antes por cualquier circunstancia porque demostró no tener personalidad ni autoridad. Sancionó a un jugador local con tarjeta amarilla tras un empujón a su persona y en la siguiente jugada dejó de señalar un claro penalti en nuestra área. El detalle es que en el momento de la acción se llevó el silbato a la boca para luego retirarlo ante la lógica incredulidad de todos los asistentes. No nos cabe la menor duda que aquí la compensación tuvo mucho que decir. 

Sin mayores sobresaltos el partido llegó a su fin. Las sensaciones inmejorables. Un equipo que crece día a día. A seguir en la misma línea.

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